EL DILEMA DEL BUEN SAMARITANO
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“El dilema del buen samaritano” es
una de las muchas paradojas económicas que existen. Este dilema se basa en la
idea de que dar caridad reduce el incentivo de un individuo para ayudarse a sí
mismo. Cuando se le brinda asistencia, el destinatario tiene dos opciones: usar
la ayuda para mejorar su situación o confiar en la ayuda para sobrevivir.
Obviamente, los buenos
samaritanos dan asistencia con la esperanza de la primera, que el receptor
utilizará la ayuda para mejorar su situación. Por ejemplo, cuando un país
brinda ayuda financiera a otro país que ha sufrido un desastre natural,
asumimos que el dinero se destinará a ayudar a las víctimas, a limpiar, a
reconstruir, etc. Sin embargo, los detractores de la caridad a menudo plantean
este dilema y afirman que los beneficiarios de estas ayudas pierden el
incentivo para trabajar o para convertirse en miembros productivos de la
sociedad.
Esto se puede ver en acción
cuando las personas que quieren dar dinero a alguien sin hogar acaban por no
hacerlo, temiendo que la persona lo acabe empleando en mero alcohol, por
ejemplo.
Una "transferencia de
riqueza" de un euro o dos de una persona que puede ahorrar ese dinero a
otra que lo usará para mejorar su situación es un concepto ideal. Sin embargo,
si el receptor del dinero no va a utilizarlo para un propósito noble, y en
lugar de eso va a comprar por ejemplo drogas ilícitas, es un concepto menos
deseable, y la mayoría de las personas caritativas se negarían a dar su dinero
por poco que fuera.
A gran escala, este dilema se
hace notar cuando hablamos de cómo ayudar a aquellos países subdesarrollados en
los que viven personas en situación de pobreza extrema. Parece ser que el mejor
medio que tienen los países de Occidente para apoyar al Tercer Mundo es la
"ayuda externa". Con este engañoso nombre se hace referencia a los
pagos a los países pobres por parte de organismos públicos oficiales de los
países ricos, ya sean gobiernos o agencias como el Banco Mundial o el FMI.
Para relacionarlo con el dilema
del buen samaritano, existen numerosos casos en los que dicha ayuda ha
fracasado estrepitosamente (ejemplos aquí). Además, en muchas ocasiones son los
propios dictadores y líderes totalitarios de los países pobres (que a veces son
la causa principal de que esos países no comiencen a crecer) los que se
benefician de los recursos financieros que vienen de Occidente, lo que no hace
más que agravar las cosas (más información aquí).
Este dilema de “ayudar o no” a
estos países presenta el mismo problema que presentaba el previo ejemplo de la
persona sin hogar. Y es que es difícil saber cómo la persona a la que se le
está dando dinero usará los fondos, por lo que las personas podrían optar por
no donar a aquellos sin hogar. En consecuencia, ahora habrán de
sufrir las personas que habrían usado el dinero para mejorar sus situaciones.
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